Mariana había trabajado cuidando niños, repartiendo propaganda, vendiendo libros de crucigramas de puerta en puerta. Cuando trabajaba en eso de los crucigramas le encantaba que le abrieran la puerta de las casas mujeres desconocidas con niños en brazos, o rulos en la cabeza. Le gustaba fisgar la decoración del salón al fondo y husmear el olor de lo que se cocinaba. Si la señora era amable y la dejaba pasar Mariana podía ver mucho más cosas; la puerta de la cocina abierta y un canario en una jaula en el alféizar de la ventana, o un montón de imanes pegados en la nevera, o una chica de su edad en pijama mirándola pálida desde la puerta de su cuarto. Ese trabajo sí que le había gustado. Pero apenas ganaba para pagarse el bono transporte y de eso no se podía vivir toda la vida. De hecho, se preguntaba Mariana, ¿de qué trabajo se podría vivir toda la vida?
Desde ese día si Mariana le veía silbar con la escalera en el hombro y él la guiñaba un ojo se sentía feliz para todo el día, y servía las cañas soñadoramente y no prestaba más atención de la debida al tono grosero de Juan, el gerente, ni a los ojos tristes y mezquinos de los hombres que paraban en la gasolinera.
Por eso, ahora lo pensaba bien, lo que había hecho seguro que era de la aprobación del chico de mantenimiento, aunque ya no volvería a verle, pensó, y entonces él tendría que preguntar a Juan que qué había sido de esa chica morenita, la ecuatoriana, cómo se llamaba, Mariana, que ya no venía. Y Juan le contaría la historia, mal contada porque no tenia ni puta idea de lo que había pasado, la morenita me armó una con un moro la otra tarde, diría, tenía la barra hasta arriba y la puse a hacer pizzas y yo sirviendo cafés y ella ahí, como un pasmarote, la tuve que gritar que moviera el culo y luego no se que pasó que el moro la quería matar, no veas tío, menos mal que la guardia civil estaba en la barra y puso orden, no te creas que dijo adiós, cogió y se marchó dejándome plantado con todos los clientes. Ahora sí, que se volvería andando a Alcobendas porque a esa hora no había autobuses. No se cómo cojones llegaría a su casa, se fue andando por la nacional arriba, que se joda.
Así se lo contaría Juan pero bueno, quizás, se consoló Mariana, el chico de mantenimiento la entendería, pensaría en ella como una valiente que había escapado de una situación horrible: Un Domingo por la tarde de Agosto con el restaurante de la gasolinera lleno hasta los topes por culpa de un autobús repentino. Ella se había esforzado todo lo posible en poner cafés a toda velocidad y hacer bocadillos pero aun así Juan había decidido que era demasiado lenta y la había mandado a hacer las pizzas. Y ella no sabía hacer pizzas, pero a Juan eso no le había importado, que te pongas con las pizzas Mariana, venga. Lo peor no era el calor del horno y que se hubiera quemado los dedos con la plancha. Lo peor había sido ese moro que la había seguido hasta el mostrador mirándola con ojos medio cerrados, las manos largas señalándolo todo, hablaba español, tenía algo tan sucio en la mirada que Mariana había mirado a Juan pidiéndole ayuda. Pero Juan nada, al contrario, mueve el culo la había gritado, humillándola más delante del moro que se había reído, mira bonita quiero una porción con mucho queso, pero no me pongas cerdo eh que nosotros no podemos comer cerdo ya sabes, porque somos musulmanes y oye por qué tienes esa cara, no te estoy diciendo nada malo, date prisa, que vienen mis hermanos, tienes ojos muy bonitos y tetitas, ¿no me miras?, ¿estas casada? yo no te dejaría trabajar aquí si estuvieras así de buena, de verdad, que estas buena, muy buena ¿sabes? Mariana escuchaba y ponía los ingredientes de espaldas y ahora él decía algo de su culo y Mariana pensaba que el chico de mantenimiento le hubiera partido la cara al moro si hubiera estado allí pero ahora, qué es lo que podía hacer ella, no me pongas cerdo, eso no se te olvide, venga, mírame con una sonrisa, ahora ¿si? Mariana había visto el envoltorio de plástico con las lonchas de jamón y rápidamente había cogido un puñado de ellas enterrándolas bajo la mozzarela rayada, le latía el corazón deprisa pero ahora sí que había sonreído al meter la pizza en el horno, cuando Juan la llamaba para que mientras la pizza se hacia le ayudara en la barra, ella había seguido sonriendo limpiándose las manos en el delantal y los hermanos del moro habían venido del baño y la habían mirado de arriba a abajo murmurando con lascivia guapa y Juan lo había oído pero no había dicho nada, las gotas de sudor le caían por la nuca, el cuello rollizo y rojo, la había empujado, gruñendo, saca las tazas limpias del lavavajillas.
Pero como Mariana ya había decidido que se iba todo comenzaba a importarle nada, pensaba que sólo quería salir de allí cuanto antes y fumarse un cigarro y sentarse en un banco junto a la carretera para esperar al autobus sin pensar en nada.
Más tarde, cuando la pizza había sido cortada en porciones y era engullida por el moro y sus hermanos Mariana casi había olvidado las lonchas de jamón que había camuflado entre el queso pero se lo recordaron los gritos y el estruendo de la bandeja cayendo al suelo y el moro vomitando, metiéndose los dedos dentro de la garganta y Juan y su cara de pánico, los agujeros de la nariz dilatados y los ojos fijos en el grupo de árabes, me cago en su puta madre, dijo. Mariana retrocedió, el moro había vomitado la pizza y la buscaba con los ojos enrojecidos y le contaba a gritos en árabe a sus hermanos lo que había pasado, que la chica ésa y la señalaba, le había metido el cerdo adrede en la pizza, y ya iban todos hacia ella, vociferando, Juan cagandose en dios y la Guardia Civil que se acercaba despacio desde el final de la barra. Mariana se zafó de la mano de Juan que intentó agarrarla cuando echó a correr hacía los vestuarios. Se había quitado el delantal con manos temblorosas, desnudándose bajo la luz enfermiza del cuarto mal ventilado, pensando que no tenia cigarrillos, abriendo la taquilla de Paloma hasta encontrar un cigarro en el bolsillo de su delantal. Suficiente para salir pitando por la puerta de atrás, calzándose las sandalias, los cubos de basura apestando tras el calor del día, un gato de ojos fluorescentes mirándola. Corrió por el desmonte hasta llegar al borde de la autopista, se sujetó el pelo y bajó la cabeza pensando que andaría hasta el tren, sabía donde estaba, y una vez allí se fumaría el cigarro pero primero tenia que llegar a la estación, ésa era la meta y no se daría el placer de fumar hasta que no llegara y le ardían las plantas de los pies y los camiones cuando pasaban a su lado levantaban una nube de polvo y calor asfixiante pero lo importante era seguir adelante, no mirando a las caras de los conductores, no llorando, por qué iba a hacerlo, que se jodan, se dijo.
Mariana respiró hondo pensando en la cara del chico de mantenimiento, la cara que pondría al pensar en ella, porque por fuerza pensaría en ella, tenía que hacerlo. Entonces vio las luces del tren de cercanías acercándose, rojas y brillantes bajo la calina de la tarde, se levantó de un salto limpiándose las posaderas y buscó el bono transporte llena de alegría; el tren venía, no podía creerlo.
23 comentarios:
Me ha encantado. A ver cuándo viene la enrada nueva.
Contar�s una segunda parte en que Juan y el moro se hayan muerto?
Dime que s�!!
Buen relato...
saludos!!!
No,mejor que no cuente la segunda parte. La segunda parte la hemos podido ver todos en un video que las teles pasan sin cesar.
Gracias, Emma.
Gracias por vuestros comentarios.Mariana es una chica inteligente. A partir de ahora nada realmente malo va a ocurrirla.
Muy bien, sigue dandole a las teclas.
Menos mal que vino el tren. No sé quien es más cerdo, si el dueño de la cafetería o el moro; el jamón, seguro que no. Me gusta
Lansky
Qué bueno!!!
Me gustó muchísimo!
cariños, Emma..
Emma, tu descripción de la relación amor-odio que tienes con la literatura me recordó un relato que escribí aquí, que lo disfrutes.
Un saludo
Off Topic
;-)
Muchas gracias por tus relatos. Y muchas gracias por el comentario que me dejaste. Yo no sé crear nada, sólo dejo ideas caóticas que luego no sirven para nada. Sin embargo tú creas personajes e historias, y con ello pequeños universos. A mí se me escapan todas esas cosas, no sé hacerlas, no sé crear universos ni personas. Y me duele.
Nordicworld te respondo en tu blog. Que todos los dolores sean esos! Un beso.
¿Mariana eres tú como Bovary era Flaubert?
Yo no entiendo c�mo a un cerdo no le gusta el cerdo...en fin, la vida qu� puta es, y si eres asalariado ya no te digo, y si tu jefe es un gilipollas avaro entonces ya...bueno y si eres chica y encima tienes que lidiar con el machismo grosero, pues para que m�s. Yo alg�n d�a me pondr� un par de buenas tetas de pega, un peluc�n platino impresionante y un l�piz de labios rojo pasi�n, al primero que me diga algo le suelto con mi vozarr�n "��Por qu� no te callas!!" jajaja...un saludo, emma, como siempre fue agradable leerte.
me ha gustado lo de que las patatas crecían bajo tierra. ;)
jijijiji
Los vencejos no tienen mucha inventiva para elegir lugares para anidar, pero son poseedores de una gran persistencia, necesitan su tiempo para ocupar nuevos lugares, y la elección de nidales es variada. Su época ideal de búsqueda se extiende desde el 15 de abril a finales de agosto. Generalmente el joven formado emprende su primer vuelo hacia finales del mes de julio y desde ese momento no es alimentado más por sus padres, los adultos comienzan la migración y los individuos jóvenes, si todo va bien, pasarán más de un año y medio solos, constantemente en el aire.
La migración de 7.000 Km. es realizada rápidamente pues no se interrumpe con paradas intermedias. Desde mediados de septiembre (hasta finales de noviembre), los Vencejos comunes llegan a su área de dispersión ya que los adultos pasan anualmente 9 meses de su vida en el extranjero (África), mientras que los juveniles permanecen allí hasta su segundo año, antes de volver a Europa muy temporalmente para anidar. Este periodo de actividades reducidas es aprovechado, para sufrir una muda progresiva que comienza ya en agosto y se prolonga hasta finales de abril.
A lo mejor quiere decir algo, ¿no?.
De todas maneras a Mariana, ni Juan ni todos los moros del mundo le llegar�an a la punta de los pies, pintados con u�as rojas desgastadas.
jajaja.
Hay muchas Marianas que no se d�n cuenta de su fuerza.
Mientras est�n los vencejos esperando d�nde anidar este a�os y si es buen sitio guardarlo un a�o tras otro.
Los vencejos son de alturas no de bajuras, no es extra�o que se encuentren fuera de sitio entre los lodazales.
Lo de arriba es lo que yo llamo erudición, en este caso ornitológica, sin venir a cuento. Por algo hay un vencejo que se llama "cafre"
Mis disculpas por el "anónimo" de más arriba: el comentario es mío.
Gracias Lansky y almantina.
Si hay algo que adoro en este mundo son los vencejos y su prolongado silbido en las tardes calurosas de verano. Un beso
El misterioso mundo de lo blogs da sorpresas tan gratas como tu arte derramado adrede para todos.
Eres generosa y yo te lo agradezco.
Me queda mucho por leerte y me alegro
Saludos de una novata que te seguirá leyendo para aprender y, sobre todo y mas importante, para disfrutar.
estás un poco perezosa, Emma, o tal vez desaparecida. te echo de menos
Muy bien hecho, lo de meterles el jamón en la pizza, que les den morcilla, también. Y no por moros, sino por machistas (si es que se puede establecer la diferencia)
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