Algunos relatos- que no encontrarás aquí- están reunidos en el volumen "Te dejé en Lisboa", de la editorial Amarante. Si eres un aficionado crítico literario agradeceré que te lo bajes para darme unos azotes. Nada me gustaría más.

miércoles, enero 27, 2010

Sus Labores



Entrega V y final


(diatriba feminista y lágrimas)




Voy Bravo Murillo arriba y me cruzo con ancianas, ancianas de pelo pulcramente teñido y corto que llevan bolsas de la compra, salen del Mercado, algunas van muy cargadas y yo me pregunto ¿por qué han de ir las ancianas de España siempre tan cargadas?, con tres o cuatro bolsas de plástico lacerando sus manos, o tirando lentamente de un pesado carrito de lona a cuadros.
Dudo mucho que les espere en casa una turba de críos, como mucho tendrán a un marido postrado por la artritis o a algún nieto sobrealimentado. La única explicación que hallo es que, después de tantos años trabajando como burras de carga ya no sepan hacer otra cosa más que eso; trabajar como burras de carga. Seguro que cuando llegan a sus casas lo primero que hacen es remangarse y ponerse a preparar albóndigas, o a fregar el suelo de rodillas, o a lavar cortinas y remendarlas. Mientras lo hacen, oyen las voces fantasmales de sus hijos jugando por la casa, sus insistentes preguntas “¿Cuándo comemos mamá?” o “¡Mamá, Juan me ha dado una patada!” y sonríen recordando el tiempo en el que, una vez, fueron madres. Cuando vuelven a la realidad, se enjugan una lágrima que les deja en la mejilla un rastro de harina, o de amoníaco.
Pensar en todo esto no es nada divertido, lo sé, pero no puedo evitarlo, es como si se hubiera abierto de repente la espita del resentimiento. Camino con renovada energía y tomo la acera de la derecha que me llevará a la calle Sausau. La vida es una puta mierda para las ancianas de España, continúo, pero también para las cincuentonas como yo. Recuerdo que en mi carnet de identidad estaba escrito, junto a la palabra profesión, “sus labores”. “Sus labores”, como si fuéramos un jodido animal. Por culpa de aquella mierda de “sus labores” me dediqué veinte años a estar casada, lo que me ha llevado a mi actual situación: parada sin derecho a ninguna pensión porque no coticé durante el matrimonio y ningún juez pensó que no podría encontrar un trabajo después de divorciarme de Paco, como si se pudiera encontrar un trabajo tan fácilmente con cincuenta años. Y así estoy ahora, viviendo de la pensión de viudedad de mi madre- gracias papá por morirte - pero cuando mi madre desaparezca no sé qué es lo que voy a hacer.
Comienzo a sudar y entro por la calle Sausau, todos estos pensamientos han acabado con mis escrúpulos finales ante la idea de contribuir a enviar a la joven ejecutiva al paro. No se va a acabar la humanidad porque una niña de papá se vaya a quedar una temporada sin cobrar, me consuelo.
He llegado al portal y presiono el timbre donde pone “Detectives Lamar”.
-Alea jacta est.- digo.
-¿Cómo?
Se me olvidó que el jefe de los detectives carecía de sentido del humor.
-Soy Carmen Dimas, abra, traigo la información.
El jefe de los detectives me abre la puerta con el purito colgándole de la comisura de los labios, y me mira unos segundos con ojos adormilados. Después, se adentra por el pasillo hacia su caótico despacho.
- ¿Y bien?
Respiro hondo antes de contestar.
- No está embarazada.
Aquello no parece sorprenderle. Golpea el purito contra el borde de la mesa.
-Lo sabía, la muy perra hizo correr el rumor para que no le pasara nada…
Considero cuidadosamente la expresión “la muy perra”, no me parece muy profesional, la verdad.
El esta ahora rebuscando en un cajón con aspecto de cansada resignación. Finalmente me tiende un billete de cincuenta euros que yo acepto sin rechistar.
- ¿No me va a preguntar cómo he conseguido averiguarlo? ¿No quiere pruebas?
El jefe de los detectives suelta un bufido.
-No necesito pruebas, sé perfectamente que dice la verdad. Además, si quiere seguir con nosotros no le conviene mentir.
Y suelta una horrible carcajada que termina en golpe de tos.
-¿Puedo preguntarle algo?- pregunto, introduciendo el billete cuidadosamente doblado en el bolsillo trasero de mi pantalón.
- Adelante
- ¿Cuánta gente trabaja en la agencia de detectives Lamar?
El jefe de los detectives alza las cejas con sorpresa.
- Obviamente eso no es de su incumbencia,
De repente me doy cuenta de lo terrible que es todo y siento ganas de llorar. Pero supongo que he perdido la costumbre, porque no me sale ni una sola lágrima.
El detective chupa su purito mientras mira por la ventana, después se vuelve y lo blande frente a mí.
-Escuche Carmen Dimas, los dos estamos en la misma situación. Yo no me meto en su vida, y usted no se mete en la mía. Es verdad que esto no se parece a nuestros sueños de juventud. Yo quería ser detective y usted… bueno, no sé lo que quería ser usted. Siento tener que hablarle así, siento tener que pagarle sólo cincuenta euros, pero ha de saber que detrás de nosotros hay mucha gente empujando y si queremos sobrevivir no podemos dejarnos aplastar. Nada habrá tenido sentido si lo hacemos, y es eso lo que queremos ¿verdad? Que todo tenga un sentido ¿no es así?
Al jefe de los detectives se le han puesto los ojos brillantes, se pasa la mano varias veces por el escaso pelo que le cubre el cráneo con desesperación.
- ¡Hay que resistir!- gime.
Yo asiento, creo que tiene razón. No somos trastos viejos que se puedan esconder en un armario, tenemos un pasado, no estamos muertos. No somos como esos dos paraguas negros que descubro junto a la puerta, exangües en el suelo, como cuervos partidos por un rayo.
El jefe de los detectives me acompaña hasta el recibidor y me da la mano por primera vez desde que nos conocemos.
- Alegre esa cara mujer.
Yo me esfuerzo por sonreír.
-La llamaré.
Y entonces sé que es verdad, que me va a volver a llamar. Hacemos un equipo formidable.
Voy hacia el coche caminando Bravo Murillo abajo, mamá me espera en casa, me la imagino sentada en el sofá, mano sobre mano, mirando los geranios del balcón con una sonrisa en los labios, esperando a su hija para cenar.
Por fin, se me humedecen los ojos. Y lloro.

8 comentarios:

Idoia dijo...

Me ha encantado...

Lansky dijo...

La ignominia intelectual
mira fijamente desde cada rostro humano,
Y mares de compasión permanecen
encerrados y helados en cada ojo.

Te regalo este poema de Auden. Este relato me ha gustado mucho, pero que mucho. Está bien donde está, en tu blog, pero podrías hacer una serie con esta detective tan improbable, porque esa es la palabra: has logrado que sea verosímil alguien como esa mujer detective, tan improbable…Enhorabuena.

Emma dijo...

Muchas gracias Lansky, podría decir que Auden es mi favorito.y sí, es uno de mis favoritos!
Te agradezco los piropos a mi relato que yo, sin embargo, encuentro lleno de fallos. Pero podría hacer algo con él, eso es verdad. Me basta con un par de lectores como tú para desear escribir cada día más. Un beso.

emma dijo...

Gracias Ido, un saludo.

Anónimo dijo...

Querida Topacio: Ha dado en la clave pero le ha faltado pluralizarla: nietos sobrealimentados. Lo del vástago de vástago único déjeselo de momento a los chinos. Eso explicaría la sobrecarga de bolsas y la sobreexplotación de uno de los parques carritísticos más rodados de Europa. Seguirán tirando de él pese a quien le pese.

Emma dijo...

Toda la razon, Anonimo. Pero esa historia ya no me pertenece.

Szandor Karpati dijo...

Me quedo con muchas ganas de más carmen....

Emma dijo...

Bueno, ya veremos.

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