Algunos relatos- que no encontrarás aquí- están reunidos en el volumen "Te dejé en Lisboa", de la editorial Amarante. Si eres un aficionado crítico literario agradeceré que te lo bajes para darme unos azotes. Nada me gustaría más.

martes, enero 22, 2013

Volver a Madrid II : La loca de las palomas




Le extrañaba que se pudiera llegar tan fácilmente a la locura: Tan sólo parecía necesitarse la dosis justa de dolor, soledad y quizá,  poseer una aguda sensibilidad. Lo de la sensibilidad era importante, meditó, o al menos eso había dicho el psiquiatra.
De todas formas el diagnóstico no había sido en absoluto claro. Tuvo que leerlo un par de veces para luego, ya en casa, ir corriendo a consultarlo en internet. No le impresionó descubrir que, pasando por alto todos los eufemismos, estaba, técnicamente, loca. Lo que sí le chocó fue la facilidad con la que se había deslizado por aquella pendiente, lo fácil que había resultado dejarse caer.

Se sentó en el sofá y abrió el álbum de fotos. Aunque había contemplado las fotografías innumerables veces aun le fascinaba descubrir que había sido una vez otra: Una niña con coletas, quizá no muy sonriente, pero desde luego alguien completamente ajeno a lo que ahora parecía cernirse sobre ella. Se detuvo frente a una foto y puso un dedo encima de su sonrisa desdentada, miró sus piernecillas apareciendo debajo de la falda del uniforme escolar. Detrás de ella estaba su abuela, con una mano tendida, ofreciéndole la merienda.

Después de unos minutos levantó los ojos y miró a su alrededor, desesperada. La casa estaba en silencio, sólo se oía el tic-tac del reloj en la cocina. No había más opciones que tomarse las pastillas que le habían recetado, tomárselas y esperar, dejar que fuera el tiempo el que decidiera. Pero tenía miedo, tenía tanto miedo ¿y si se quedaba así toda la vida?

En la calle, debajo de su casa, vivía una de las locas más conocidas del barrio. Era una mujer de una edad indefinida, tenía el pelo gris y siempre llevaba un gabán raído y una maleta con ruedas que arrastraba a todas partes. “La loca de las palomas”, la llamaban, porque metía las manos en los bolsillos de su gabán y extraía, como por arte de magia, uno, dos, hasta tres puñados de migas de pan para los pájaros. Se sentaba en un banco delante de los bloques donde ella vivía y regaba la acera de migas. Cuando era pequeña le fascinaba contemplarla desde cierta distancia. Los gorriones se le subían a los brazos, a las rodillas, y a ella le daba envidia.
-¿Cómo hace aquella mujer para encantar a los pájaros? Cuando yo me acerco salen volando.
Los pájaros, los pequeños pájaros que aparecían en los jardines de la ciudad cuando se acercaba la primavera.  O las encantadoras pajaritas de nieve con su piquito oscuro y sus patitas frágiles en invierno. Una vez, observando detenidamente a uno de esos pajaritos volar de rama en rama le pareció que se había detenido el tiempo. Cuando volvió en sí no sabía dónde estaba, miró a su alrededor asustada, oía el estruendo del tráfico en la ciudad, los gritos de los otros niños jugando en el parque, pero ella ¿quién era ella? Y, sobre todo, ¿qué hacía allí parada?
Desde entonces le dio por pensar que poseía el poder de detener el tiempo con sólo observar a los pájaros. Lo que desde luego no sospechaba es que a eso la ciencia moderna lo llamaba locura. Tampoco tenía ni idea que la locura doliera tanto.
Fue a la ventana del  salón y subió de un tirón la persiana. La ciudad resplandecía como una joya de plata. El cielo estaba raso y un pequeño lucero titilaba en lo alto. Era el lucero al que se encomendaba su abuelita. “El Lucero de los amores”.
-¿Por qué lo llamas así abuela?
-Cuando yo era joven y el abuelito estaba en la guerra él me decía que por la noche buscara a ese lucero en el cielo, que cuando lo encontrara no le quitara ojo, que le mirara hasta que se me saltaran las lágrimas.
-¿Por qué te pedía eso?
A la abuela no le importaba contar mil veces aquella historia.
-Porque a esa misma hora él estaría durmiendo al raso junto a las trincheras, y él también estaría mirando como yo, mirando fijamente al lucero. De esa manera podríamos comunicarnos, dijo, decirnos cuánto nos queríamos sin cartas.

Abrió la ventana y sacó medio cuerpo fuera. De repente, como si la hubiera convocado, de entre las sombras del jardín surge la figura inconfundible de “la loca de las palomas”. La contempla casi sin respiración, asombrada porque se da cuenta por primera vez que la loca es una de las pocas personas que conoce desde que es una niña. ¿Desde cuándo arrastrará aquella maleta? "La loca de las palomas" vive en los jardincillos que rodean los bloques de pisos, durmiendo al raso, como su abuelo cuando estaba en las trincheras.
-Psss- la llama desde la ventana.
Vive en un primero, muy próximo a la calle.
La loca de las palomas se gira, tiene una nariz chata y enrojecida, los ojos pequeños y la barbilla redonda como una patata.
-¿Quién es?
-Soy yo, en el primero.
Lo más increíble de todo es que ella parece reconocerla. 
-¿Qué quieres?
Siente un nudo en la garganta y dice:
-Es que tengo miedo…
La loca abre todo lo que puede sus pequeños ojos. Después se da una palmada en los muslos y se echa a reír descontroladamente.
-Ah, sí, uuuuu, ¡que viene el coco!- y estira las manos agarrotando los dedos como si tuviera garras- ¡que viene el coco…!
Entonces se acuerda, cuando aún era la niña de las coletas del álbum hubo un verano en el que les dio por jugar a asustar “a la loca de las palomas”. Se juntaban todos los niños del bloque y la acechaban en silencio, escondiéndose detrás de los aligustres y de los bancos. La loca de las palomas estaba casi siempre sentada al sol, canturreando y lanzando miguitas de vez en cuando al aire. A la señal de uno de ellos alguien se atrevía a lanzarle una piedrecita, después otro, tomando aire gritaba: “¡Loca!” “¡Bruja Loca!”. Entonces ella se giraba  y levantaba las manos agarrotando los dedos despacio,  como si se estuvieran transformando en garras. Después de eso todos los niños gritaban, enloquecidos, “¡El coco!  ¡Que viene el coco!” y se escabullían entre los arbustos. Ella recordaba haber gritado como los otros, sintiendo el delicioso tirón del miedo en el estómago. Sólo una vez, la loca de las palomas consiguió atraparla sujetándola de un tobillo. La niña que había sido se retorció chillando como si la estuvieran desollando viva hasta que, sin querer hacerlo realmente, le dio una patada en la cara. Las dos se habían quedado unos segundos en suspenso, mirándose  a los ojos, después de eso ella se había escapado con el estómago encogido.
Todo aquello le vino a la memoria, como si hubiera estado dormido durante mucho tiempo.
La mujer se pone seria de repente, sus ojos son dos puntadas de alfiler, llorosos, la barbilla le tiembla cuando dice.
-Pero yo no te lo tengo en cuenta- y mueve los brazos como aspas- Yo te perdono… ¡ea! ¡te perdono! ¡estás perdonada! ¡ sigue tu camino! ¡perdonada! ¡perdonada!
Ella siente que el corazón se le esponja.
La loca de las palomas se da  la vuelta, para esconderse mascullando, tras la sombra de una farola.


26 comentarios:

Ātman dijo...

O ella no supo interpretar, o el psiquiatra se equivocaba. Ella lo que tiene es una gran angustia, dolor, vívidos recuerdos y remordimientos, cosas todas ellas de las que cuando se hacen insoportables la razón tiende a huir, pero mientras haya dolor, un dolor adecuado a la realidad como es el suyo, todavía no se está loco, seguramente hace falta arrastrar perennemente una maleta con ruedas para que podamos pronunciar semejante veredicto. Tu detención del tiempo y la cuidad enjoyada me parecieron dos imágenes muy poéticas.
Un saludo

Grillo dijo...

Debe resultar un regalo bastante puñetero ser una persona inteligente, sensible, sutil observadora e imaginativa, sobre todo si es mujer, joven y atractiva.

Abstraerse mirando la vida sencilla a través de una ventana hasta el punto de detener el tiempo es algo tan extraño como interesante, porque no es que lo creyera tu personaje, sino que de verdad el tiempo se detenía en ella. Como queda fijo en un álbun de ftografías ¿Quién no repasa el suyo a veces? ¿Quién no se añora con alguna foto en especial?

Debió ser un psiquiatra manazas de una escuela ya superada quien la diagnosticó, poque se sabe que no estar un pelín 'loco'es otra forma de locura. La cordura total no existe y si la hubiera ese 'cuerdo' está o acabará como una cabra.

¿Sigue aún por la plaza de Oriente esa mujer del carrito, desaliñada, sentada en un banco echando migas de pan a los gorriones y las palomas? Hace años, en una ocasión en que disponía de tiempo, me pudo la curiosidad y me senté a su lado... Naturalmente se mostró huraña conmigo. Al poco, viendo que yo también debía estar algo sonado, no tuvo inconveniente en responder a mis preguntas y te digo que de tonta no tenía un pelo. En realidad su actitud no era más que una rebeldía contra la vida 'de orden'. Tenía un excelente vocabulario, me pareció que razonaba muy bien.
Eso sí, al rato me despachó sin más. Debió pensar 'este joven ya se puede ir al carajo; no soy un raro especímen al que curiosear'.

¡ Feliz cumpleaños ! (Ya ves: un pajarito me ha dicho que cumplías hoy...)

J. M. dijo...

gótica

Lansky dijo...

Magistral.

Una acotación sin importancia y tal vez sin interés para tí: lo que llamas encantadoramente y bien traído (no lo había oído nunca): "pajaritas de nieve" son la 'lavandera blanca' Motacilla alba,(busca en google images a ver si es lo mismo) porque no sé si sabes que además de los científicos, hay una lista 'oficial' de nombres de pájaros en castellano...,c omo la hay en inglés o en francés, sparrow mía.

un beso

Vanbrugh dijo...

He sentido yo también un maravillado alivio al leer cómo la loca la perdona. Magnífico relato.

Qué vuelta a Madrid tan fructífera.

Emma dijo...

Gracias Atman por el comentario, sin duda ella no supo interpretar lo que le dijo el psiquiatra. Muy interesante lo del dolor, mientras haya dolor hay cordura. Me gusta.

Emma dijo...

Vaya, Grillo, yo creo que también he visto alguna vez a esa señora por la Plaza de Oriente. Por Plaza de Castilla hay una, suele deambular por Mateo Inurria. Esta tiene cara bondadosa pero grita a todo el que se cruza con ella. No le entiendo bien lo que dice, pero el día que escribí el cuento la vi, me gritó algo así como !Magia! !Magia!. Y ya me quedé con la idea de escribir algo. El caso es que creo que la infancia está aquí presente porque siempre pienso en la infancia de esas señoras a todas luces trastornadas. Hay un hilo sutil que une niñez con locura en la edad adulta. El personaje de la mujer joven quería ser explicativo.

Gracias por la felicitación.
Me gustan los pajaritos!

Emma dijo...

J.M : Gótica?
La verdad es que me encantaría!

Emma dijo...

Gracias Lansky.
Sí, es la lavandera blanca, pero yo siempre había oído "pajarita de nieve"
Vivir en la ciudad no da para observar más pájaros.
Me gusta observar pájaros desde siempre, es verdad que se detiene el tiempo.
La frase "me gusta mirar pájaros" es una frikada bastante grande.

Emma dijo...

Gracias Vanbrugh.
En cierto sentido es una parábola.
Pero ni yo misma entiendo bien su significado.
Besos

Lansky dijo...

El 90% de la gente que está en la calle, los "sin techo" como se dice ahora, están diagnosticados como enfermos mentales o lo son sin más; la mayoría oligofrénicos y psicóticos diversos. Es resultado de haber desmantelado los malditos manicomios sin haberlos sustituido por nada ni mejor ni peor. En particular, los esquizofrénicos, que suelen ser muy inteligentes a la inversa que los oligos, son fascinantes para conversar con ellos porque razonan como algunos humanos de los pueblos mal llamados 'primitivso', como el silogismo hierba: (afirmación de la premisa menor): 'los hombres están vivos/ la hierba está viva/ los hombres son hierba'. Lo cual es bastante cierto de alguna forma.

Emma dijo...

Genial Lansky. Consideraré ahora con mayor atención lo que los vagabundos esquizofrénicos gritan.

Barbie Jardinera dijo...

Lo que más me gusta del relato es que se rompe por la mitad, acelera, y vuelve de pronto... a la perplejidad. Al comienzo parece un relato en "modo sigiloso" sobre la sigilosa locura...Pero de pronto estás hablando de otra cosa, del pasado que se hace presente, y además presente compasivo. Y ahí acaba, en fuga.
Está muy bien.
Me parece que no estoy de acuerdo con Atman. ?Realmente el dolor nos hace cuerdos?. Un trágico griego decía que nos hace sabios. Pero no sé yo. En todo caso estaría de acuerdo con J.Hierro, que decía haber llegado "por el dolor a la alegría". Un dolor ya enfriado, que en caliente, la verdad, es una putada y nada más. Pero en el relato no es el dolor de la protagonista lo que la despierta; o eso me parece a mí. Es la desconcertante realidad, el pasado que se asoma a la ventana!y resulta que es de carne y hueso, y habla, y perdona!.
Voy a releerlo.

Emma dijo...

Gracias Barbie Jardinera. En realidad os necesito a vosotros, mis escasos pero elegidos lectores, para interpretar esta historia. ¿ qué escritor confesaría tal cosa? Y, sin embargo, estoy segura de que muchos escriben sencillamente porque "capturan" una historia en el aire que saben ha de ser contada de la mejor manera posible.
Estoy de acuerdo contigo en una cosa : Hay un despertar.

Lansky dijo...

Estoy con Barbie, el dolor si es excesivo nos destruye

Antonio de Castro Cortizas dijo...

Como dice Lansky, magistral.
Es un relato muy duro, enigmático y muy complejo a pesar de su brevedad y de su desnudez.
Creo que el dolor puede ayudar a madurar o a endurecerse, pero si es excesivo también puede distorsionar la percepción de las cosas o incluso destruir, “difuminar” a la persona que sufre hasta acabar con ella, aunque no me parece que eso termine pasándole a la protagonista. Esa sensibilidad de la que habla el psiquiatra se puede agudizar hasta hacer que alguien llegue a sentir auténtico dolor frente a situaciones cotidianas o vivencias que a otro también le afectarían pero no tanto, como si el que siente ese dolor estuviera siempre “en carne viva”. Igual a eso es a lo que el psiquiatra llama locura, no queda claro y tampoco hace falta ya que lo que interesa es lo que sucede a partir de ahí.
También es significativo que siendo una historia fundamentalmente triste (el primer párrafo es desolador, parece que tras el diagnóstico a la protagonista se le vayan a ir cerrando todas las puertas), el final sea esperanzador, como si la mujer de las palomas fuera una proyección de la protagonista a través de la cual tal vez empiece a encontrar un lugar en su propia vida, ahora que, paradójicamente, el psiquiatra la ha declarado loca.

Emma dijo...

Sí, Antonio, creo que la historia es compleja y, a la vez, has dado en el clavo : la mujer de las palomas es una proyección de la protagonista.

Creo que hay seres humanos que están al borde de la locura y no ven que cualquier paso en falso les hará caer en el precipicio. También, a la locura se puede llegar desde muchos caminos, por eso apuntaba que es fácil caer en ella sin darse cuenta.

Anónimo dijo...

El comentario de Antonio C. es tan sensible, tan triste y lúcido como el propio relato de Emma. Se diría que cualquiera de los dos SABE de ese dolor y podría haber escrito el mismo texto.
Y el caso es que, al final, ambos entienden que hay una puerta abierta a la esperanza por más que sea dolorosa. Y, como Barbie, ven un algo sabio al perdón de 'la loca de las palomas'.

Entiendo que eso es lo fantástico de estos blogs: son un suma y sigue a ( o de) relatos llenos de vivencias propias y compartidas, bien entendidas, por unas personas desconocidas, residentes en distintos lugares pero con una complicidad más que meramente literaria, es decir, AFINES.

Grillo

Emma dijo...

Y la metáfora de estar "en carne viva" es muy acertada. Yo he conocido a gente que siempre estaba así, y el sufrimiento es horrible.
Un abrazo Antonio

Emma dijo...

La comunicación entre seres humanos siempre fue difícil. No es lo mismo hablar que tener un interlocutor.
No todos los lectores son interlocutores.
Pero, como tú dices, aquí puede que haya un pequeño puñado de ellos.
Besos Grillo

Grillo dijo...

Gracias Emma. Ya vuelvo a tener personalidad, avatar.

La piel es el órgano más pesado del cuerpo y si me quedara en 'carne viva' pesaría 20 kilitos... y no es plan. A vweces, sí, tengo alguna herida abierta. Cura pronto pero deja cicatriz.
Un beso devuelto.

Grillo

Grillo dijo...

Gracias

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muy bonito escrito. A propósito: gracias por visitar mi página. Si te interesa Jardiel, elaboré un blog sobre él que tiene muchas cosas interesantes.

http://jardielponcela.blogspot.com.es/

Emmaskarada dijo...

Gracias Enrique. Lo visitaré.
uy! qué honor tener la visita de un nieto de mi adorado Jardiel en mi blog.

C.C. dijo...

Original y sutil eso de cómo la locura, por medio de la vieja, atrapó a la mujer por el tobillo cuando aún era niña.

Me gustan mucho tus sutilezas, Emma.

En mi blog acabo de poner una cosita sobre un gato loco. Mira a ver si te gusta.

Gros bisou.

Emma dijo...

Merci C.C!

Me preguntaba qué era de ti.

Un gato loco... voy para allá.

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